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Los billetes nacieron para facilitar las transacciones, como valor equivalente a grandes cantidades de dinero metálico (monedas)
También es ahora cuando tienen lugar determinados cambios fundamentales que afectan tanto al concepto como al funcionamiento del dinero, y están precisamente relacionados con la creación del papel moneda. Por una parte, si la entidad que emitía el papel veía que circulaba bien como compromiso de pago pero prácticamente nadie rescataba el bien auténtico, entonces era fácil caer en la tentación de emitir más papel que bienes reales, con lo cual se creaba una disparidad entre la riqueza real y el supuesto equivalente en moneda, o lo que es lo mismo, se creaba una enorme burbuja fraudulenta. En todo caso, para evitar que el papel se hundiera, ya desde el siglo XVII la banca estableció como referente o soporte el patrón oro, que se mantuvo hasta bien entrado el siglo XX. Así pues, el papel era –en teoría– tan bueno como el mismo oro.
Por otra parte, la continua necesidad de financiación por parte de los Estados provocó la institucionalización de la relación entre banqueros y monarcas mediante la creación de los Bancos Centrales entre los siglos XVII y XIX. El primero fue el Banco de Holanda, seguido por el Banco de Inglaterra, que fue de alguna manera el modelo para todos los bancos posteriores de los países occidentales.
En el caso concreto del Banco de Inglaterra, las condiciones que pusieron los banqueros para conceder préstamos al Estado (la monarquía) fueron éstas:
- Los nombres de los prestamistas se mantendrían en el anonimato, y tendrían como garantía la fundación de un banco central (el propio Banco de Inglaterra).
- Se garantizaría a los directores de este banco el derecho a fijar el precio del oro con relación al papel moneda, y además les permitiría prestar 10 libras de papel moneda por cada libra de oro en depósito, así como consolidar las deudas nacionales y asegurar el importe mediante los impuestos sobre el pueblo (y este es el origen del famoso impuesto sobre la renta).
Con este tipo de transacción, el banco podía obtener unas ganancias del 50% con una inversión del 5%. Y, naturalmente, era el pueblo inglés que había que pagar. De esta manera los banqueros podían tener una influencia efectiva sobre la política del país a través del endeudamiento. El impacto de este trato fue tan fuerte que la deuda nacional de Inglaterra pasó de 1,25 millones de libras en 1694 a 16 millones en 1698.
Cabe destacar que todas estas entidades (incluyendo las actuales grandes instituciones internacionales como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional) son –en contra de lo que piensa mucha gente– organizaciones privadas, es decir, responden a intereses particulares, no públicos. Como hemos visto, estos Bancos lograron la potestad de emitir (imprimir) billetes y de financiar gobiernos a través del dinero-deuda. En otras palabras, el Estado debe comprar el dinero a los bancos, pagando el correspondiente interés, para poder hacer frente a sus gastos. Así, el fundador de la dinastía Rothschild, Mayer Amshel Rothschild, pudo decir: “Dadme el control sobre la moneda de una nación, y no tendré por qué preocuparme de aquellos que hacen las leyes.”
Desde entonces, todo el dinero que circula en el mundo funciona como dinero-deuda; dicho de otro modo, los banqueros tienen el derecho absoluto de crear y “vender” dinero, como representación de un valor ya no relacionado directamente con bienes y mercancías, sino del propio dinero como producto deseado. Así, el sistema bancario puede modificar este valor poniendo en circulación una superabundancia de billetes (para crear inflación) y después puede provocar una devaluación de manera igualmente artificial. Hay que hacer notar que sólo dos presidentes estadounidenses tuvieron la intención de emitir moneda gubernamental libre de intereses: Abraham Lincoln y John F. Kennedy, pero ambos fracasaron en su iniciativa.
Con esta política, el dinero ha evolucionando en los dos últimos siglos hacia fórmulas cada vez más abstractas. Así, después de los billetes llegaron los cheques, las tarjetas de crédito y las simples anotaciones informáticas (dinero electrónico). En todo caso, nada de esto tiene actualmente ningún valor intrínseco; ni las monedas que llevamos en el bolsillo, ni los billetes, ni las tarjetas de plástico ni los números que salen en una pantalla de ordenador. Esto es lo que se llama la moneda fiduciaria, que funciona por la fe, o la confianza global en el sistema, pero que realmente no se corresponde a una riqueza material objetiva. De hecho, ya en el siglo XX se enterró oficialmente la relación con el patrón oro, que era el último vestigio de la antigua banca.

Las formas de dinero actual (en plástico, papel, metal o registro contable) sólo se sostienen por la confianza en el sistema; en sí mismas no valen nada.
Entonces, ¿qué sucede cuando usted va a un banco o una caja y pide un crédito o un préstamo? Lo que pasa es exactamente esto: si le conceden lo que pide, harán una entrada que se anota en un ordenador. Se supone que ese dinero sale de los recursos que el Banco tiene en forma de depósitos (que no son suyos, sino de los clientes), pero no es así. Los bancos pueden generar legalmente mucho más dinero del que tienen en depósito (hasta 10 veces o más), por lo que a usted le dan humo, un dinero ficticio que han creado con una anotación, que después deberá devolver religiosamente, con intereses añadidos, claro. Y este dinero suyo sí que es real, porque se corresponde a su esfuerzo, en forma de trabajo, productos o servicios. Igual de real que el coche, la casa o cualquier bien que el banco se quedará si usted no paga. En definitiva, como ya hemos visto, el dinero es creado a partir de la deuda.
Efectivamente, el dinero actual ha conseguido que la representación (ficticia) de la riqueza se convierta en la riqueza oficial. Y una vez que esa riqueza oficial queda bajo la custodia y control de muy pocas manos (los banqueros y los estados, que son la misma cosa) se puede jugar fácilmente con ella para producir pobreza o riqueza a voluntad, independientemente de la producción de bienes reales. Y cualquier día, los que dictan qué es riqueza y qué no pueden alterar o invalidar de golpe el dinero de toda una comunidad o país, o de todo el mundo. Por ejemplo, al final de la Guerra Civil española, los que habían acumulado grandes cantidades de dinero republicano vieron que su dinero había sido puesto fuera de la ley y lo perdieron todo.
Así es como hemos llegado a la situación actual de crisis e indignación de tanta gente, con el empobrecimiento de amplias capas sociales. Lamentablemente, la función original del dinero, que era facilitar los intercambios, se ha pervertido hasta límites insospechados. Así el sistema financiero moderno se ha convertido en un monstruo descontrolado que mueve una enorme cantidad de dinero especulativo que no se corresponde en absoluto a la riqueza de los países y las personas. Dicho de otro modo, este sistema más bien vampiriza las energías (el trabajo) de todos en beneficio de una élite muy selecta.
Xavier Bartlett
Licenciado en Prehistoria e Hª Antigua por la Universidad de Barcelona

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Conferencia completa
EVOLUCIÓN, GIGANTES Y HUMANOS
Entre el Mito y la Ciencia
con Xavier Bartlett
consta de 2 videos
con una duración total de 150 minutos
Incluye comunicación con el autor para aclarar dudas y acceso a las imágenes de la presentación utilizada en la conferencia
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